lunes, 27 de setiembre de 2004

Un día mas

Tibio el sol de la mañana, y aún húmeda de rocío la pradera,
me encuentra en la puerta de la que ha sido mi casa por años.
Salgo a llenarme los pulmones de aire fresco, y doy los primeros pasos
hacia el disco dorado que amanece a lo lejos.

Un nuevo trago de mate (tan propio, tan amargo) calienta mi pecho.
Soy el de siempre, como cada mañana, despierto, ensillo y comienzo el día.
Hoy es todo igual, pero también es diferente, por suerte.

Nace la primavera en los brotes de frutales y en los colores de las flores.
Junto fuerzas, levanto el balde con la cadena eterna que nace de lo más profundo,
y me refresco la cara con el agua del pozo.
Estoy renovado, lleno de fuerzas, lleno de ganas.

Al llegar al establo, el olor a bosta me distrae,
viene a mis ojos algún recuerdo de cabalgatas por otros pagos,
pero desaparecen con el primer relincho.

Monto y salgo al trote, como cada mañana sigue siendo diferente.
Derecho hasta el cerrito, la vuelta hasta el chiquero,
bordeando el alambrado hasta el maizal, y luego al galope derecho al potrero.

A medio camino, la yegua que se quiebra en un pozo,
el mundo que se da vuelta, el golpe seco contra el piso,
el animal que golpea sobre mi cuerpo inherete, relincha y se levanta,
mi pié, ya sin pasos, enganchado en el estribo,
el cuerpo de arrastro deja atrás el aliento.

Un día mas, el último.

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