Febrero, como la mayoría de los años, se dio por finalizado el 28. Pero el país en el que nací es caprichoso, y el carnaval no termina, y el verano no se da por vencido.
Los uruguayos heredamos de los tanos y la madre patria que nos parió, la cabeza dura y el corazón blando, así que en este 2005 decidimos despedir el año dos veces, y las dos veces con festejos y fuegos artificiales a la media noche.
Es que el 31 de diciembre terminó el año, pero el 28 de febrero se le puso punto final a otras cosas.
Después de décadas de ‘dotores’ en el gobierno, un médico iba a asumir la presidencia.
La historia la hacen los pueblos, y esta gente del sur, en un país con balcones al río ancho como mar, decidió probar otros rumbos, y eso ameritaba festejar.
Al llegar a la medianoche, el cielo se iluminó con estrellas y cañitas voladoras, mientras quienes no querían oír esta nueva voz, se tapaban la cabeza con la almohada para evitar el tronar de las bombas. Sin tanques, sin armas y sin muertos, se daba comienzo al primer día de marzo, el primer día de un gobierno de izquierda en Uruguay.
Al comenzar el día, un gentío se volcó a las calles, envueltos en banderas y acompañados de la memoria y los sueños, grandes compañeros de viaje.
El festejo fue un afloje de tensiones, un ‘porfin’ y una esperanza. Nadie cree en milagros, pero varios apuestan a otra manera de hacer las cosas.
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